Nota: Amigos, este cuento le escribí hace ya un par de años, creo que fue en la pandemia, al principio le hice para mis sobrinos - nietos que les encanto, después decidí enviarlo a un concurso, el cual lo deje pasar, preferí quedarme con él, y hoy les comparto con todos vosotros que creo que lo vais a preciar mucho más.
No quiero dejar de algún modo participar en los RELATOS DE LOS JUEVES, sé que este texto es muy extenso y no cumple los requisitos, era mi entrada para despedirme de todos vosotros, aunque no podía defraudar a Cecy que ha hecho una convocatoria relinda con ella me presento a esos sueños, hasta el viernes os iré leyendo a los que participéis y hasta el viernes os contestaré, muchas, muchas gracias. Besos, y otra cosita si pincháis en la imagen, os llevará a la convocatoria .....GRACIAS.
El sueño de Janis
Autora:
Ángeles Jiménez Fraile
—Mamá, tengo una pregunta que hacerte
—Pues adelante mi vida, ¿qué pregunta es
esa?
— ¿Mañana me dejas que vaya con Laura a la
biblioteca?, dice que allí hay muchos cuentos con dibujos de toda clase de
animales y hasta me ha dicho que hay unicornios.
— Si te portas bien no hay problema, ya
sabes que a Laura le gusta leer y no la debes de molestar.
— ¡Vale mami! prometo que me portaré bien.
Solo quiero que me dejes llevar mis gusanos de seda, ya sabes que vienen a
todas partes conmigo, les enseñaré en que se van a convertir en un periquete.
Por
la mañana Janis se levantó más feliz que una perdiz, cada día abría su armario
y elegía su ropa, esta vez llevaría su vestido color azul, o mejor no, iba a la
biblioteca y mamá le enseño que hay lugares donde hay que ir cómodas, pero no
etiquetados, así eran sus palabras.
Se abrochó los cordones de las playeras y sé coloco su vaquero, después se lavó sus dientes, aunque estaba mellada, las encías también se limpiaban, ya estaba preparada para comenzar su desayuno, pues sus tripas crujían como un fierecillo león.
Se miró al espejo y después de hacerse unas coletas y atarlas con su lazo
rosa se dio media vuelta y bajo dando saltos hasta la cocina.
— ¡Buenos días, mamá!
— ¡Buenos días, cariño! ¿Ya estás lista
para tu gran aventura en la biblioteca?
— Sí, voy a ver si mis gusanos están listos también, esta noche les he sentido nerviosos, ¿será por la excursión que les espera?
De
camino con Laura cogida de la mano, está no paraba de preguntarle por todas las
cosas que iba a ver en la biblioteca, pues era su primera vez que pisaba tal
edificio.
— Laura ¿tú vienes mucho aquí, verdad?
— Sí, es un lugar donde mi mente se relaja
y aprendo a la vez.
— Yo cuando sea mayor también quiero venir,
me gusta aprender cosas, ya en el colegio me dice la profe que soy muy curiosa,
eso no es malo, ¿a qué no Laura?
Esta se echó a sonreír, y dándole un achuchón, le dijo que la curiosidad no es mala,
siempre que no sea excesiva, que hay que respetar tan bien la intimidad de las
personas.
Al
llegar al edificio, Janis se quedó asombrada, pues tenía unas puertas muy
grandes, eran de esas giratorias, y le hizo gracia, se soltó de la mano de Laura y se dio un par
de vueltas, hasta que está la miro⁶ seria, no hizo falta que la dijese nada,
comprendió que una vuelta estaba bien, tres eran demasiadas, estaba interrumpiendo
el paso a los demás.
— Perdona Laura, es que me hizo mucha
gracia, dar vueltas, nunca antes había visto una igual.
—No pasa nada cielo, pero has visto que
estabas molestando a quien entraba, cuando salgamos si no viene nadie, das
otras tres vueltas y así sé te quita el gusanillo.
— ¡Ay, ahora que dices gusanillo, voy a ver
cómo están mis gusanos! creo que debo de darles de comer, aquí en la bolsa
llevo unas hojas de morera, no me dirán nada por traerlos, ellos nunca se
portan mal, son silenciosos y casi siempre están durmiendo.
— Mira, vamos a hacer una cosa, te voy a
dejar en la sala infantil donde podrás ver todos los cuentos que quieras, eso
sí, luego los vuelves a colocar en su sitio, si no te acuerdas los dejas todos
en la mesa, para que la señorita los coloque cuando nos hayamos ido.
«Verás que bien lo vas a pasar, yo estaré en esta otra sala, si necesitas algo solo tienes que venir a buscarme«
—Vale, me quedaré quieta mirando los
cuentos y si tengo alguna pregunta que hacerte me levanto y voy a la mesa, ¿eso
es lo que me quieres decir?
—Lo has entendido a la primera. Eres una niña muy
espabilada.
Una
vez establecidas las normas a seguir, Laura se fue a la sección de
investigación, tenía mucho que hacer y el tiempo pasaba rápido, de todos modos
un ojo le tenía puesto en la sala infantil donde Janis estaba feliz, ojeando
libros pequeños, grandes y cuentos de muchos colores, su cara era la viva
estampa de estar en el mejor carrusel.
Uno
de los cuentos le llamo la atención, todo era sobre mariposas, estaba repleto
de ellas de todos los colores, fue cuando se acordó de sus gusanos y en ese instante levanto la tapa para ver si
seguían durmiendo, algo maravilloso
estaba a punto de suceder, los gusanos estaban transformándose en bellas
mariposas.
Janis, no podía quitar la vista de la caja de los zapatos cuando vio salir de ese ovillo blanco, la más bonita de las mariposas, era azul y sus alas casi transparentes, más tarde otra, esta era amarilla y, luego otra, los colores eran todos especiales, pero la última tardo un poquito más, era blanca y en el filo de las alas tenía unos puntitos rojos, está le llamo la atención, así fue como comenzaron su primer vuelo, en un Pis-Pas habían desaparecido.
Volaban tan alto que le era difícil
saber donde se habían posado.
La pequeña, cogió a su mariposa blanca y la posó sobre su hombro, parecía gustarle el lugar asignado, sin hacer mucho ruido comenzó a buscar entre los libros de encima de la mesa, se levantó y fue a las estanterías, allí pudo ver a su mariposa azul, colgaba sobre la esquina, de repente todas las demás se posaron en el mismo lugar.
Janis las llamaba en susurros, pero debían de estar un poco
dormidas, ellas seguían posadas sin hacerle el menor caso.
Viendo,
que ellas no se decidían a regresar a su
caja de zapatos, la niña fue intrépida y no se le ocurrió que subirse a la
escalera que posaba contra la pared y bajarlas por ella misma.
La pequeña, lo que no sabía era que esa escalera pesaba mucho para su edad, así que su intento fue un fracaso casi rendida volvió a su mesa, su mariposa blanca aún seguía con ella,era su consuelo.
Se sentó y pensó la manera de rescatarlas de
las alturas, cuando volvió a ver ese libro grande donde había mariposas de
todos los colores al abrirlo sintió una brisa correrle por la espalda, era el
aleteo de sus mariposas que regresaban.
— ¡Sois muy traviesas, pensé que ya no
queríais estar conmigo!, pero ya veo que si, no le dio tiempo a meterlas en su
cajita, cuando de repente no sabe cómo fue, sus mariposas excepto blanquita se
introdujeron dentro del libro grande.
Sus
ojitos no paraban de parpadear, estaban dentro del bosque más bonito que había
visto y desde allí con sus alas parecía que la saludan.
¿Qué había ocurrido?¿ Era magia? Tal vez se
había quedado dormida y estaba soñando. ¡Eso tenía que ser!
Janis,
miro de reojo donde se encontraba Laura, para ver si ella seguía allí, no sabía
si ir en su ayuda o arreglarlo por ella misma, fue cuando al volver a girarse
hacia el libro vio un niño más o menos de su edad, la estaba observando con gran interés.
—No te preocupas por ellas, a mí la semana pasada me paso algo
parecido, pero lo mío fue toda una aventura.
— ¡No me digas! ¿A ti también tus mariposas
se metieron en el libro?
—Mariposas no, estaba viéndolas cuando de
repente me sentí atrapado en la jungla y ellas alrededor mío —mientras el muchacho le
contaba esto, la pequeña con la boca abierta le escuchaba toda atenta.
— Y ¿cómo conseguiste salir de allí?
—Eso es lo más extraño, todavía estoy atrapado, tú no te has dado
cuenta, pero ahora estamos los dos y tus mariposas.
—No
te asustes si quieres puedo enseñarte la jungla, conozco un lugar que te
encantara hay tirolina, y podemos jugar,
ven vamos por este camino antes de llegar al valle vas a descubrir algo que te
gustara.
Janis,
con su mariposa en el hombro, iba detrás de su nuevo amigo con los ojos bien
abiertos pues todo lo que estaba ocurriendo era maravilloso.
—Esto es precioso, y ¿dices que llevas mucho tiempo? no sabría decirte, como no hay
ni noche ni día pues no lo puedo calcular.
Cuando
iban llegando al valle, quedó alucinada,
no podía ser, todo el valle estaba cubierto de
unicornios cada uno de un color diferente, desde azules, que eran sus
preferidos hasta malvas y amarillos.
—¡Yo quiero cabalgar en lomos de un unicornio es mi sueño
preferido, por favor, por favor!
—Está bien, pero antes debes decirme cómo
te llamas, los unicornios desean saber
quién va ser su amazona.
—Me llamo Janis ¿Y tú?
—Soy Eros, pero para ti seré tu guía en
esta aventura ¡ venga vamos! subamos sobre el lomo de Elfo, es el más fuerte
podrá con los dos.
Elfo, era el más veloz de todos los
unicornios, en él fueron por toda la jungla, subieron a los montes,
bajaron hasta el valle y allí en las
aguas cristalinas jugaron con delfines, estos les dejaban subirse encima de ellos llevándolos por todo el mar, un mar con un color verde
esmeralda, veían a través de sus aguas todas las especies de
peces, hasta estrellas y caballitos de mar que les saludaban al pasar.
Cansados
de tanto ajetreo se tumbaron debajo de un milenario árbol, comieron frutos y bebieron un agua pura de las fuentes que
les rodeaban, nunca pudo imaginar que
sus sueños se convertirían en realidad.
Laura,
al levantar la vista hacia donde estaba
la pequeña no la vio, se quitó las gafas
para enfocar mejor por si estuviera
debajo de la mesa con su caja de
gusanos, tampoco la visualizó, saltó de la silla para ver dónde estaba la niña.
Allí
sobre la mesa estaba el libro abierto por la página diecisiete, donde se podía
ver una gran jungla cubierta de grandes árboles y mariposas revoloteando
alrededor de ellos, pero ¿qué hacía allí con un pequeño desconocido?
No
podía creerlo, se quedó en shock, de momento no le llegaba ninguna idea
para resolver el problema, hasta que vio un jarrón de flores encima del
mostrador de la bibliotecaria, sabia que
las mariposas mueren por el néctar, tal
vez si las arrimaba lo suficiente al libro saldrían por su propia iniciativa.
Ardua
se dirigió donde estaba el florero, observó que la bibliotecaria en ese momento
no estaba , mejor un problema menos, lo cogió con disimulo y con paso firme fue
derecha hacia la mesa, levantó el libro y lo puso en vertical, el florero al
lado lo más cerca posible.
De
repente surgió la magia, vió como salían las mariposas una a una, la belleza
era espectacular, no podía creer lo que estaba viendo, cuando ya no quedaba
ninguna, empezó a pensar como saldrián
los pequeños.
Entonces
un unicornio de color azul bajó sus patas para que la niña subiera encima de
él, y éste la impulsó con tal delicadeza que Janis junto con su mariposa
blanca logró traspasar esa barrera que
solo puede ser magia e ilusión.
El
pequeño Eros, seguía allí en la jungla, con un silbido de voz se le oyó decir
que su lugar era ser el guardián del bosque, el que cuida de un mundo mágico,
para esos niños que creen en la magia, se despidió de Janis subido en el lomo
de Elfo, diciéndole: No olvides que soy
tu amigo.
Los
ojos de la niña se abrieron como ventanas al cielo, desde el otro lado le decía adiós con la mano, sus ojos se iban cerrando poco a poco desvaneciéndose sobre la mesa.
— ¡Janis, Janis, despierta pequeña! ¿Qué
pasó, te quedaste dormida?
—¡Oh! no sé Laura, tuve un sueño precioso.
—A ver cuéntame, veo en tus ojos chispas de
ilusión y felicidad.
La pequeña abrió su boca y dejó salir un bostezo, miró a su alrededor y lo primero que hizo es mirar su caja de zapatos, allí estaban sus gusanos de seda, comiendo su hoja de morera, todo lo demás permanecía intacto.
El libro abierto en la página diecisiete con un montón de mariposas de todos los colores,
ella está sola con Laura, no hay señales del pequeño amigo que compartió con él
su sueño y la aventura más emocionante de su corta vida.
De
regreso a casa, cogida de la mano de Laura, al llegar a la altura de una
librería de las más antiguas de la ciudad, en el escaparate vio un libro tan gigante como el que ella había
tenido en su mesa en la sala infantil de la biblioteca.
—Laura¿has visto ese libro del escaparate?
Es igual que el de la biblioteca ¡ven, vamos a verlo!
Se pararon
ante el escaparate y cuál fue su sorpresa, en la portada de este, vio a
Eros, tenía una sonrisa picarona y lo curioso que en su muñeca llevaba un lazo
atado de color rosa, el mismo que a ella
le faltaba en una de sus coletas.
FIN