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Este jueves Mag, nos deja un faro y sus misterios, pero para que tengamos con que comenzar, hacer nuestro relato que mejor que un comienzo de carta, aquí tenemos el principio de una buena historia... vamos allá.
"No sé por qué te escribo, tal vez porque no pueda llevarme conmigo tanto peso en la mochila, pero deseo que te hagas responsable de unos actos que no te competen. Casi seguro añadiré un peso sobre tu conciencia, pero también sé que sabrás qué hacer" Comenzaré diciendo que este secreto me está quemando en el alma desde hace más de cinco décadas. Te preguntarás por qué ahora te escribo esta carta después de años sin saber de ti, por eso mismo quiero que me perdones, pero mis días están llegando a su fin, necesito tu comprensión, pero sobre todo que sepas una verdad que lleva mucho tiempo oculta.
Era el verano del 70 cuando en plena juventud nos reuníamos los mozos del pueblo en las noches cálidas al lado del faro, esa noche cumplía tu padre y yo dieciocho años, nos faltaba menos de un año para ir al servicio militar.
Nos emborrachamos de tal modo que poco falto para perder la conciencia, pero antes de eso nos juramos amistad eterna, y asi fue hasta que intervino una mujer.
Era una diosa, jamás vimos moza en el pueblo como ella, el caso que los dos nos enamoramos de ella, y ella fue nuestra perdición.
Nos encandiló para hacer algo muy sucio, y como dos pardillos caímos en sus redes.
En esa época el dinero no nos llegaba ni para invitar a las mozas, asi que ella nos propuso atracar la gasolinera, manejo todos los hilos y asi lo hicimos, pero no salió bien, hubo un muerto, por desgracia de un mal golpe quedo desnucado en el suelo.
Cuando la guardia civil, nos detuvieron toda la culpa, recayó sobre tu padre, esa mujer y yo hicimos un pacto y mi cobardía le llevó a la cárcel, me pudo más ese amor tóxico, que la lealtad a mi amigo.
Todo esto es para decirte, que tu padre es y ha sido un buen hombre que pago un delito, que cometimos tres, no él solo.
Sé que cumplió condena y se marchó del pueblo a mil kilómetros de distancia, pero siempre he sabido de él.
Cada dos de agosto, bajo el faro del pueblo, nos hemos estado viendo como amigos leales durante estos años, él contaba sus problemas y yo los míos, nunca me guardo rencor, solo decía la mujer nos separó, pero ahora volvemos a ser amigos del alma.
Hace tiempo que ya no nos vemos, sé que está en una residencia, y que tú, su único hijo, le cuida como buenamente puedes.
Esta carta es para decirte que tu padre no fue nunca un criminal, solo fue el infortunio, la mala suerte y la lealtad de él hacia mí.
Pudo decir la verdad y, sin embargo, cumplió solo su condena, fue siempre señalado, eso me quemaba las entrañas, no fue justo para Manuel, solo te pido que tú no le des la espalda, a mí ya no me queda tiempo, solo para curar en lo posible mi conciencia.
Sin mucho más, me despido de ti y de mi amigo en este lecho donde recuerdo lo malo, pero tan bien la amistad de Manuel.
Pedro Díaz.
PD. Esa noche la bruma que cubría el faro despego de repente, sus ojos desde su ventana vieron como las nubes de todas las noches pasadas se alejaban por fin.
Campirela_