Penúltimo mes del año y nos metemos de lleno en el terror(Mental) si pincháis la imagen os llevará al proyecto que nos presenta nuestra anfitriona Ginebra. Gracias
El reto de este mes lo vamos a enfocar, precisamente, en las consecuencias generadas por haber vivido un escenario terrorífico en la vida real. Narraremos una historia de terror, o compondremos un poema, donde además de la propia historia, contemos las secuelas que ha dejado dicha experiencia.
El miedo y el terror es libre y desde pequeños ya comenzamos por nuestra propia cuenta a indagar, asi fue como desde mi adolescencia me gustaban las películas de terror, aunque debo decir que mis gritos asustaban más a mis hermanos que la propia película.
Sí, echo la vista atrás, hubo una que me marco de por vida, bueno dos, pero esta fue la primera, El Anticristo de 1974.
La vimos en el cine mi amiga Alejandra (ya no está, se fue como ángel muy pronto) y yo.
Recuerdo perfectamente nos gustaba sentarnos en mitad del cine, desde allí la pantalla se veía mejor, aparte porque detrás solo había parejas.
Ya iba con la idea que era de miedo, pero jamás imagine que me dejaría huella de por vida, no os la voy a contar, simplemente os diré, que cuando salí del cine la sensación no era de terror, sino de pánico absoluto, pensar que lo que había visto de esa posesión diabólica, me pudiera pasar y convertirme en un ser malvado, me aterrorizaba en tal magnitud que estuve durmiendo con mis padres entre medias de los dos más de tres semanas.
De mi cabeza no se iba la imagen de ella poseída, las palabras que decía, como actuaba y esa música infernal, la tenía metida dentro de mi cabeza.
Por aquel entonces ya se había estrenado el Exorcista, en 1973, esa no fui a verla hasta años más tarde ya adulta, me propuse verla en casa tranquilamente para ser capaz de entender por qué me daba ese pánico, el resultado fue el mismo, quede atrapada en la posesión, recuerdo que mis amigas se reían decían que daba risa ver bajar las escaleras a la niña de esa forma, para mí no eran risas era ver como la maldad se puede apoderar de un cuerpo inocente.
Hoy en día no puedo ni escuchar la música de Mike Oldfield, Tubullar Bells.
Todo esto que os explico es real, el terror mental, más bien el diabólico, me afecta mucho, porque mi mente piensa, si existe el bien, también el mal y si hay personas que son buenas y ayudan con sus manos su mente, las hay al contrario y ahí está mi dilema, lo creo y eso me da pánico.
Las consecuencias, es que para paliarlo, el otro terror no me asusta ni me da miedo y quizás por eso me gusta escribir relatos de terror, y leerlos y más si son psicológicos, de suspense, pero no hay una figura diabólica y eso me hace sentir que supero ese pánico, aunque sé que es solo camuflarlo de algún modo.
El verbalizarlo también me hace sentir bien, es como que ahuyento las malas vibraciones que me ocasiono ver esas dos películas, nunca más las he visto aunque con el tiempo cuando alguna vez oigo el tema Tubullar en la radio, puedo llegar a escuchar unos segundos, después tengo que quitarla, mi mente regresa a ciertas escenas y eso me hace sentir mal.
Ha pasado tiempo y creo que si algo temo con pánico son las posesiones del mal.
El tiempo despertó
en aquel pueblo
dantesco, siniestro
la noche silbaba
algo se escondía entre la niebla.
La gente del lugar
dormían sin saber
que los otros
acechaban sus sueños.
Los gritos se oían
el horror se palpaba
y aquel concierto macabro
seguía escuchándose
en cada rincón del pueblo.
Campirela_
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