martes, 26 de noviembre de 2024

Relato de los Jueves. ¡Qué Vergüenza!

 

Esta semana nuestras Artesanas de la Palabra nos invitan a escribir un texto ya sea real o ficticio, de alguna vez que hallamos pasado esa vergüenza de subirnos los colores, y decir tierra, trágame, pues bien si pinchan en la imagen ya saben allá que os lleva a la lista de participantes mismamente. Un besote.
Vamos a ver si soy capaz de sacaros una sonrisa, gracias.

Este reto tendría una lista larga de anécdotas, pero me centraré en las que se pueden contar otras, me perdonáis, pero se quedan en el baúl de los recuerdos, el ser muy despistada me ha llevado a situaciones no muy embarazosas, pero algunas o de echarte a reír o salir  por patas jaja. Allá vamos.

En el recreo

Tendría once años, por entonces los recreos eran de media hora larga. El colegio disponía de un gran patio, era solo de chicas, estábamos separados por una gran valla que por cierto todos los años que coincidimos mis hermanos y yo en el mismo centro, al salir al recreo siempre, aunque fuera un minuto nos teníamos que ver y saludarnos. Algo que de verdad ahora echando la vista atrás cuanto lo añoro, pero bueno no vamos a ir por ahí que se me cae la lagrimita. El caso es que en aquella época, el pino en la pared estaba muy de moda, pues no solo lo hacíamos de una en una, llegamos a ser hasta cinco una sobre la otra, nos quedábamos durante tres o cinco minutos y luego viceversa se iba quitando la última que se había incorporado. Hasta ahí bien, el problema viene cuando en una de estas puestas circenses yo era la última y cuando estoy ya con mis piernas en la pared tocando con las puntas de las playeras y mi cabeza bocabajo con la sangre que no me llegaba a los pies, noto que me tocan en las piernas. Comienzo a decir ¡que haces que me estás desestabilizando! Creo que por entonces ese fonema no le conocía y para rematar la mando a la Mierda, con voz en grito. Oía que mis compañeras reían y yo cada más cabreada, hasta que por fin me quito la mano de las piernas y al bajarme veo que es la directora del centro. Dios si ya estaba colorada por toda la sangre acumulada en mi cabeza, eso ya fue el remate, no sabía si llorar, reír, o salir corriendo. Debo decir que no dije ni pío, cosa rara en mí Baje la cabeza y en un susurro que apenas oía yo misma pedí perdón. La directora no me tuvo presente mi vocabulario, entendió que la trataba pensando que era una igual, no hubo reprimenda allí en el patio, pero sí una charla en el despacho. Con los años se lo agradecí, porque al menos no me hizo quedar en ridículo con mis compañeras, bastante vergüenza ya tenía yo encima. Eso sí, cada vez que me encontraba a la directora por los pasillos, mis mejillas tomaban un rojo primaveral.

Campirela_

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