Un jueves de carnaval nos propone Tracy, asi, pues ya sabéis animarse y a ver que nos sale, pinchando la imagen, os llevara a la convocatoria. Gracias.
El carnaval me quitó y este me lo devolvió
Desde el dormitorio de su casa, Don Elías escuchaba aquellos ruidos carnavalescos y una emoción dulcísima se levantaba en su pecho. Todo aquel año se lo pasó esperando el Carnaval, ni cuando joven, por respeto a su padre y la beata de su señora madre, tuvo que ocultar que deseaba salir como esos chicos a la calle y disfrutar de tan lujuriosa fiesta.
Sin embargo, el rumor callejero le parecía ahora grato. Sonreía benévolo cuando oía pasar por debajo de su ventana a las comparsas cantando esos chascarrillos que de seguro ya tenían nombre y apellido.
¡Pobre vida la suya de viejo desamparado de cariño, en aquella casona donde llena de recuerdos unos buenos y otros no tantos!
Echaba de menos a su única hija, aquella que un día de carnaval le deshonró ante el vecindario y desde aquel día la echo de su lado, pensando más en el que dirán que en sus propios sentimientos.
Se preguntaba si tendría nietos, a su mente le venía la sonrisa de su hija, siempre alegre, con un corazón noble.
El enamorarse de aquel vil hombre fue su desdicha, la burla de todos y él, el peor por no perdonar los devaneos de su amada hija.
Desde el entierro de la sardina, que la vio fugarse con aquel infame, su vida es solitaria de dolor y vergüenza, solo tiene de compañía el tintineo de sus canarios.
Hoy sentado, en su sillón, ve pasar bajo la ventana, a las viudas llorando a moco tendido, que acompañan todas enlutas a enterrar un año más la sardina y será el final del carnaval, allí sentado recuerda cada año su soledad.
De repente bajo la ventana ve tres rostros, una mujer y dos pequeñas, son iguales, dos niñas que le sonríen entre risas, le llaman abuelo.
Salta del sillón, sale a la calle, los lloros de las viudas del sepelio de la sardina, contrastaban con las lágrimas, de Don Elías, que eran de alegría, al ver de nuevo a su hija, la razón de su vida.
Asi fue como sin preguntas solo un abrazo de cariño sincero, se borró la tristeza de su vida, aquel sería el último carnaval que pasaría en soledad, los años venideros hasta él se disfrazaría, para a acompañar a sus dos nietas, que eran su mayor alegría.
Una fiesta pagana le llevo a la desgracia y soledad, esta misma le devolvió la alegría de vivir.
Campirela_