sábado, 27 de septiembre de 2025

Un sendero inolvidable( Un micro-romántico)

 



 


"Cuando los mundos chocan"

El sol comenzaba a teñir el cielo de tonos dorados cuando Carmen, con su bolsa de compras al hombro, acelera el paso por el camino solitario. No suele tomar esta ruta, pero hoy, por casualidad, ha terminado aquí.

A unos metros, Manuel, corre con su respiración acompasada, su cuerpo moviéndose al ritmo de sus pensamientos. Ama correr porque le despeja la mente, porque le recuerda que hay libertad incluso en medio de la rutina.

Carmen, gira sin mirar, Manuel, absorto en su entrenamiento, no logra esquivar. El choque es inevitable. Bolsas al suelo, zapatillas perdiendo equilibrio. Sus miradas se cruzan en una fracción de segundo.

Y ahí está.

La chispa.

Carmen parpadea, sintiendo una extraña calidez en su pecho. Manuel la mira, capturado por la intensidad de sus ojos, por el leve temblor de sus labios.

—Lo siento, ¿estás bien? —pregunta él, su voz, con un matiz que ni siquiera él entiende.

Carmen asiente, aunque su mente sigue atrapada en la sensación de ese instante. Algo ha cambiado. Algo que ninguno de los dos sabe nombrar todavía.

Los días pasan, y el sendero se convierte en su punto de encuentro no planeado. Manuel sigue corriendo, pero ahora, cada vez que llega a aquel tramo, sus ojos buscan a Carmen.

Ella también siente la urgencia de volver. No se permite pensarlo demasiado, pero su corazón late un poco más fuerte cada vez que lo encuentra allí.

Las miradas se transforman en palabras. Las palabras en pequeñas confesiones. Manuel le habla de su pasión por correr, de la sensación de ser dueño de su propio tiempo. Carmen le cuenta de la presión que soporta, de la carga de un apellido y unas expectativas que no ha elegido. 

Sus mundos son distintos, pero en este sendero, por un momento, parecen no importar.

Las sonrisas se vuelven furtivas, los silencios tienen peso. Un día, Manuel le propone correr juntos, Carmen se ríe, dice que no es buena en eso, pero acepta. Sus pasos son torpes, su respiración desordenada, pero Manuel la mira con una mezcla de ternura y deseo.

Se detienen bajo la sombra de un árbol. La distancia entre ellos se acorta. Manuel levanta la mano y aparta un mechón de su cabello, húmedo por la carrera. Carmen siente su cuerpo estremecerse.

No dicen nada. No lo necesitan.

Pero fuera de ese sendero, el mundo sigue girando. Un mundo que no les pertenece juntos.

Carmen pertenece a una familia que espera de ella obediencia. Un futuro trazado, pulcro, sin margen para errores. Manuel, en cambio, viene de un entorno distinto, donde cada paso lo ha construido solo.

La diferencia de clases no es solo una barrera externa. Está ahí, entre ellos, como una sombra que poco a poco se hace más difícil de ignorar.

Hasta que un día, Carmen deja de aparecer en el sendero.

Manuel la espera. Día tras día. Pero el vacío se mantiene.

Cuando finalmente la encuentra, su mirada está triste. Lo sabe antes de que ella diga nada.

—No puedo seguir —susurra ella, con voz quebrada.

Manuel la observa, sintiendo su propia herida abierta. No discute, no intenta convencerla. Solo se acerca, y la besa con la intensidad de quien sabe que es un adiós.

Cuando se separan, Carmen da un paso atrás. Su mundo reclama su lugar.

Manuel la mira una última vez, y sin decir palabra, corre.

Corre porque es lo único que puede hacer.

Meses después, en la fría oficina de un banco, Carmen extiende una carpeta con documentos. Necesita un préstamo, su única oportunidad de independencia.

Cuando levanta la vista, el corazón se le detiene.

Manuel está sentado al otro lado del escritorio.

No hay zapatillas gastadas ni camisetas deportivas. Solo un traje impecable, una postura segura. No encaja. Algo no cuadra.

Los ojos de Manuel se encuentran con los de ella, y por un segundo, el tiempo se detiene.

—¿Necesitas ayuda con algo? —pregunta él con voz neutra, profesional.

Carmen siente el golpe de su frialdad. Este no es el hombre que conoció, no es el que la miraba embelesado en el sendero.

¿Quién es realmente? ¿Todo fue una mentira?

No responde. Solo se levanta y sale de esa oficina dejando atrás un sueño.

Pasan los meses. El sendero sigue vacío.

Hasta que una noche, la lluvia cae con fuerza sobre la ciudad. Carmen camina sin rumbo, con el frío en la piel y la mente dispersa.

Manuel también avanza, perdido en recuerdos.

Un tropiezo.

Un choque.

Son ellos.

Carmen lo mira. Manuel la observa.

No dicen nada. No lo necesitan.

Se abrazan.

Sus labios se encuentran con urgencia, con todo lo que quedó en el aire.

La lluvia sigue cayendo, pero ellos no sienten frío. Porque ahí, bajo la tormenta, no existen bancos, ni senderos, ni apellidos, solo un hombre y una mujer dejándose querer

Fin.

Campirela_


Feliz fin de semana...





3 comentarios:

  1. Campi, un relato que me conmovió, soy una romántica sin cura.
    Que belleza de historia, estaban predestinado a unirse en ese amor que incendia y se sienten solos en el mundo, los dos amándose.
    Maravilloso
    Besos bella

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    1. Gracias, el romanticismo nunca pasa de moda , y esos amores, creo que nos acercan más a ser más humanos y menos superficiales.
      Un beso, y muy feliz noche.

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  2. Es que hay cosas que cuando son para ti, lo son sin mas. No se puede evitar ni hacer nada para evitarlo como bien demuestras.
    Por cierto, precioso el homenaje a George Harrison que le hicieron, el hijo es que es una calcomanía de él.
    Un besazo!

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