martes, 2 de septiembre de 2025

Convocatoria del jueves 4/9/2025 Personaje Descontextualizado

 


Esta vez la idea es narrar historias cuyo rol protagónico esté llevado por algún personaje ubicado fuera de su contexto natural o previsible, intentando sorprender al lector con alguna situación impensada y contrastable con lo que en principio podría esperarse de él o ella. 

Este es Reto del jueves que nos convoca Neogéminis, si pinchan en la imagen les llevará a dicha convocatoria.


 La Escoba que bailaba Flamenco

Cada noche, cuando el telón del viejo teatro se cerraba y los aplausos se desvanecían en el eco, algo insólito ocurría en el rincón del camerino. Allí, apoyada contra la pared, una escoba de cerdas gastadas despertaba con un crujido leve, como si estirara sus fibras después de un largo día de trabajo.

No era una escoba cualquiera. Había barrido los pasillos del teatro durante décadas, absorbiendo el ritmo de los taconeos, los giros, las palmas. Y una noche, simplemente, no pudo resistirse más. 

Se deslizó hasta el centro del escenario, donde aún quedaban motas de polvo dorado, y comenzó a bailar.

Sus movimientos eran torpes al principio, pero llenos de pasión. Las cerdas golpeaban el suelo con fuerza, marcando el compás como si fueran zapatos de charol.

 El palo se arqueaba con elegancia, imitando los brazos de una bailaora. Y aunque no tenía rostro, se podía sentir su orgullo en cada giro.

El fantasma del antiguo director, que aún rondaba el teatro por puro capricho, la observaba desde el palco con lágrimas en los ojos. “¡Ole tú!”, murmuraba, emocionado.

Una noche, una joven bailarina olvidó su pañuelo en el escenario y regresó a buscarlo. Al abrir la puerta, se encontró con la escoba en pleno faena, girando sobre sí misma con una gracia imposible de igualar. Se quedó paralizada, sin saber si gritar o aplaudir.

La escoba se detuvo, la miró —o eso pareció— y con un leve movimiento, le ofreció el pañuelo. Desde entonces, la bailarina volvió cada noche, y juntas practicaban en secreto. Nadie lo sabía, pero el alma del teatro había vuelto a latir.

Y si alguna vez pasas por allí y escuchas un zapateado a medianoche, no te asustes. Es solo una escoba que decidió que barrer no era su profesión. 




                                                                                                                                                      Campirela_