Como es costumbre, si pinchan en la imagen les llevará a la Convocatoria, muchas gracias.
Bueno esté jueves las chicas de Artesanos de la Palabra, nos proponen un texto donde el tema principal sea esos regalos u objetos que se dejan en cualquier sitio o lugar sin medir las consecuencias que pudieran tener.
En este caso fue un corredor de fondo que sin previo aviso se despojó de sus sudados calcetines sin el mayor miramiento y los dejo en un banco de un parque al lado de una de las anfitrionas, "se puede ser más guarrete" pues vamos a ver si entre todos los que participemos somos capaces de recordar alguna cosa parecida o, sino, ¿para qué queremos nuestra imaginación? Pues nada lo dicho, vamos a ver que se me ocurre para este jueves de relatos. Muchas gracias, por vuestra atención y compañía.
Un encuentro Extraño
Aquel día de lluvia y frío no se me olvidará, por varias razones, unas más bonitas que otras, pero os cuento.
La lluvia caía a cántaros y el paraguas apenas cubría mi cuerpo, mis manos ocupadas, una con el paraguas y la otra con la bolsa de la compra.
Faltando un trecho para llegar a casa, iba tan empapada de agua que el frío me calo hasta los huesos, asi que decidí pasar a una cafetería y tomarte un café bien caliente.
Me fui a la mesa del fondo, deje el paraguas en el paragüero y mi bolsa de la compra al lado.
No había mucha gente, una pareja y un señor entrado en años.
Este me dio mala espina, pues su aspecto era sobrio y su mirada tenebrosa, parecía sacado de una novela negra, llevaba una gabardina, algo sucia por cierto y sus manos las tenía metidas en los bolsillos, era como que mascullaba algo.
En unos minutos la cafetería se vio envuelta de agentes policiales pidiendo la documentación, en ese instante vi que aquel hombre de la gabardina se iba directo al baño, pero no al de caballeros, sino al de mujeres.
Mi instinto me dijo que aquel hombre no solo era sospechoso de algo, sino que huía de algo. Los policías me pidieron la documentación y me dijeron que si había visto algo sospechoso, cuando iba a decir lo del hombre de la gabardina, vi como que desde la puerta del baño me hacía una señal de silencio, era extraño el mal presentimiento que me había causado a primera vista se esfumó y solo vi un pobre hombre acorralado.
-No, señor agente, desde que estoy aquí, todo tranquilo¿acaso tenemos que evacuar la zona?
-No, señora, es pura rutina, siga con su café, buenos días.
Regreso la tranquilidad y en la cafetería solo quedábamos dos camareros y aquel personaje un tanto misterios y yo.
El hombre salió, con sus manos en el bolsillo, y con miedo en sus ojos, se acercó a mi mesa, y con una exquisita educación me pidió permiso para sentarse.
Accedí, la curiosidad era grande, pues mi impresión sobre él, cambio de repente, aquella voz no era de un indigente, tal vez su historia era digna de ser escuchada.
Paso más de una hora y Ernesto, me contó las desgracias que da la vida, la ruina y un divorcio le dejo en la calle, sus amigos adinerados le dieron la espalda y solo tenía la ayuda del gobierno y esta no era gran cosa.
Una vez cuando supe toda su historia le pedí perdón por mis pensamientos a primera vista, él me sonrió y en sus ojos vi por primera vez un halo de luz.
Me ausenté al baño, y los cinco mínimos que tarde fueron suficientes para ver que aquel hombre necesitaba ayuda y rápida, cuando llegara a casa me pondría en contacto con los servicios sociales, algo tendría que hacer por él.
Pero mi sorpresa fue mayor, la silla estaba vacía y encima de la mesa había un sobre, algo mugriento, pero con una caligrafía perfecta, donde ponía... Para ti Elena.
En él había una dirección, una llave, y unas palabras.
-Todo lo que halles en el cofre es para ti, son mis pertenencias. Ernesto.
Aquello tuve que asimilarlo, paso una semana hasta que decidí ir a esa dirección, era una casa antigua, bien conservada, entre y encima de una cómoda estaba el cofre y dentro de este, un camafeo con una imagen de una dama, y un sobre cerrado.
<Encuéntrala y dila que nunca deje de pensar en ella, yo no robe las joyas, todo fue una trampa>
Aquel souvenir que me dejo, fue toda una aventura, pero he de deciros que aunque mugriento aquel sobre, en él había más que palabras, bajo las letras descubrí tiempo después, que se hallaban las claves de robo del que injustamente fue acusado.
Campirela_
Gracias, Artesanos de la Palabra