Como cada verano nos tomamos un descanso, pero antes dejamos los deberemos hechos, en este proyecto de Ginebra nos deja cuatro fotógrafos de lo más relevantes, y con ellos unas de sus tantas fotografías, entre ellos he elegido esta dos que me han gustado a primera vista, vamos a ver que somos capaces de transmitir.
Escapa al desierto.
Hoy bajo el emparrado cierro mis ojos y me veo subida en esa moto, con él, cuanto tiempo ha trascurrido de aquella locura.
Todo mi cuerpo guarda cicatrices de los rayos que se posaron en mi piel, no me importo él antes y mucho menos ahora él después, fue la magia del amor, tal vez la insensatez, aquel contacto de su ropa en mi piel me libero de mis miedos y me entregue como jamás lo hice, a la velocidad del viento, al aroma de la arena del desierto, al rugir de esas dos ruedas, a la aventura.
Hoy sigo soñando, pensando en aquel momento y me pregunto. ¿Dónde quedo mi ropa?
Como gata sobre el tejado
Aquel chico era especial, lo supe el primer día que le vi con su caballete y sus pinceles.
Cada mañana le observaba desde la ventana, mirando al infinito pintado, nunca vi que pintaba, solo observaba como pasaba las horas mirando al infinito y plasmando en el lienzo su mirada.
Durante los dos meses que estuve de vacaciones, tuve la ocasion de conocer a sus padres, unas personas maravillosas, ellos tan bien estaban pasando todo el verano en aquella isla de ensueño, no solo por su paisaje sino la tranquilidad que daba.
Una vez por semana, Beatriz se acercaba a conversar conmigo, siempre traía un pastel, juntas compartíamos una taza de té y un trocito de ese rico manjar,
Una tarde me hablo de su hijo, estaba muy orgullosa de haber superado un momento difícil en su vida, el muchacho reaccionó valientemente, a la pérdida de visón, por culpa de una infección de hacía más de tres años.
Sus sentidos se habían agudizado mucho más y esa sensibilidad que tenía se le duplicó, me habló de su afición a la pintura, desde que era pequeño, a pesar de no tener visión, nunca dejo de pintar.
Esa confesión me hizo dar el paso que durante el resto de mis vacaciones hacia cada mañana, después de desayunar, tomar el sol cuál gata encima del tejado en desnudez absoluta para alimentarme de los primeros rayos del sol.
Cuando giraba la cabeza, allí estaba Jaime, asi se llamaba aquel misterioso muchacho, con sus pinceles en el lienzo pintando.
Aquel lunes, cuando Beatriz llamo a mi puerta, no solo traía un pastel sino un cuadro envuelto en regalo.
Tomamos nuestro té, y un poco de conversación, al despedirse me dijo que no abriera el regalo hasta el día siguiente, ellos se marchaban muy temprano, su vuelo era de última hora no, habían logrado otro con mejor horario, nos dimos los teléfonos, y prometimos que al menos en Navidades nos felicitaríamos, fue todo un placer esas tardes de té y charla.
Cuando desperté ese martes mis ojos fueron al patio de los vecinos, era extraño, me había acostumbrado a Jaime, verle pintar, en ese momento pensé, que pronto nos hacemos a las personas y cuanto las extrañamos.
Me fui a tomar mi café, y a ordenar todo mi equipaje, pues paritaria el sábado de regreso a la rutina o mejor a la vida real.
Fue cuando vi el regalo envuelto en un lindo papel, no pude esperar más y con sumo cuidado lo desenvolví, pues el papel tenía algo de magia con ese azul de mar que invitaba a recrearse en él.
Mi sorpresa fue abrir la boca, tapármela con la palma de mi mano y emitir un oh, como era posible era yo tomando el sol encima del tejado.
En el revés del cuadro había una nota.
Mis ojos no ven, pero oyen mis oídos y huele mi nariz, mis manos no te tocaron, pero sentía tus pasos a través del solado, y asi te, imagine, sabía que cada mañana subías al tejado, oí decir en más de una ocasion a mi madre," que bella es"
El resto fue mi intuición y oír cada lunes las risas que compartías con mama.
El cuadro es tuyo, tú has sido mi regalo.
Campirela_
GRACIASSSSSSSSSSSSS
Gracias, siempre Ginebra.
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